La nube, con su arte magnífico de aparecer y desaparecer en el mínimo lapso de un parpadeo, se erige símbolo de lo pasajero, como los plenos momentos de la vida. Imprevisibles, seductoras y nómadas excitan al ojo, sin poder pasar inadvertidas sobre nuestras cabezas. A toda edad repotencian el interés que causan con su estética mutación, impalpables, incitan a reinterpretar la instantaneidad de sus rotaciones.
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