Un poema contiene el mundo: desde la fascinación podemos descubrir sus historias y rastrear sus ecos. En estos poemas, confeccionados como objetos, caben grabados y postales, cartas y ensayos; dos eclipses enmarcan el libro. En el curso de este recorrido singular, punteado de ritos, flores e historias apócrifas, emergen preguntas sobre la comunicación o la legibilidad de cuanto nos rodea.
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