A mediados de la década de 1970, Jon Lee Anderson decide viajar desde Exeter, donde acaba de terminar la secundaria, hasta Togo, en África. Lleva pelo largo, barba desaliñada y pantalones de campana. Con un amigo y doscientos dólares en el bolsillo, parte a la aventura en autostop. Aun con su final imprevisto en Las Palmas, la hazaña merecía relatarse.
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